La leyenda del cortador de bambú y la niña de la Luna
Un anciano vio, mientras cortaba bambú, una luz que provenía del interior de un tallo. Al asirlo, este se abrió y surgió una niñita minúscula y encantadora, del tamaño de una de sus manos. La llevó a su casa y, junto a su esposa, la cuidó como si fuera su propia hija. La llamaron Kaguya-hime.
Kaguya creció y se transformó en una hermosa mujer. Su belleza sobrenatural se hizo noticia, y pretendientes de todo el mundo comenzaron a llegar para pedir su mano.
También el Emperador se enteró de su existencia, y cuando la visitó quedó obnubilado e intentó llevarla consigo al palacio. La Princesa se negó tajantemente, diciéndole que si iba se volvería una sombra y terminaría por desaparecer. Esto causó una honda impresión en el Emperador, y prometió dejarla en libertad.
Kaguya tenía la costumbre de mirar el cielo cada noche. Y un día, entre lágrimas, les confesó a sus padres adoptivos que en realidad provenía de la Luna. Que había sido enviada a la Tierra como castigo y que había aprendido a amarla, pero que ahora su tiempo estaba por acabarse.
El Emperador se enteró de su secreto, y para impedir que se fuera apostó innumerables guardias en la propiedad del anciano. Pero cuando, desde una nube surgida de la Luna, descendió un carruaje tripulado por seres luminosos y etéreos, nadie pudo hacer nada para impedir que se la llevaran. La Princesa, bañada en lágrimas, se despidió de sus padres adoptivos y les aseguró que siempre que vieran la luz de la Luna iban a estar viéndola a ella. Para subirse al carruaje debía beber el elixir de la vida eterna, y lo hizo, pero se aseguró de dejar un poco en la botella. Le pidió a su padre que se la entregara al Emperador junto a una carta que le había escrito. Entonces el carro empezó a ascender, y este, junto con la Princesa, desapareció entre las nubes.
Llevaron el regalo al palacio, y el Emperador, temeroso de los efectos del elixir, mandó llevarlo, junto con la carta, a la cima del monte más sagrado y prenderlo fuego. La explicación sobre el humo que hay sobre el monte Fuji se la debemos a esta hermosa leyenda.
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